No creo en el destino,
ni en caminos trazados,
pero tú y yo, amor mío,
éramos dos puntos destinados.
No fue el azar ni la suerte,
fue algo que debía pasar,
como el sol que abraza al horizonte,
como el río que corre al mar.
Tú y yo, un encuentro fugaz,
pero tan fuerte, tan real,
como si el universo supiera
que juntos somos un vendaval.
No hay razón ni lógica en esto,
solo un "debía suceder",
y ahora estás aquí, mi todo,
mi razón para creer.
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